Importancia de la Proteína Cárnica en el Desarrollo Físico y Cognitivo

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Consejo Mexicano de la Carne
Por: Edith Ponce Alquicira, Gisela Velázquez Garduño, Monserrat Escobar Sánchez y Gilberto Aranda Osorio, de la Asociación Mexicana de Ciencia y Tecnología de la Carne (AMEXITEC)
Agosto 6, 2024


INTRODUCCIÓN

La alimentación tiene un papel fundamental en el desarrollo fisiológico y cognitivo en las distintas etapas de la vida del ser humano, desde la gestación hasta la edad madura y la vejez. Cada etapa del curso de vida tiene sus propios desafíos y requerimientos nutricionales, sin embargo, la alimentación durante los primeros 1000 días e incluso hasta los cinco años tiene un papel decisivo en el desarrollo, la salud mental y el desarrollo cognitivo a lo largo de la vida de los individuos (Cohen Kadosh y cols., 2021).

El desarrollo del cerebro humano se produce por etapas, pero inicia con el cierre del tubo neural en la cuarta semana de gestación y la proliferación de neuronas a partir de la sexta semana, seguida de la migración y la diferenciación neuronal. La diferenciación neuronal incluye la formación de dendritas y axones, la producción de neurotransmisores, el desarrollo de sinapsis y de los sistemas de señalización, estos cambios ocurren desde el final del embarazo hasta los primeros meses después del nacimiento. La formación de sinapsis continúa durante toda la vida, mientras que la producción de varios neurotransmisores comienza prenatalmente y alcanza niveles maduros alrededor de los tres años. En paralelo, la producción de células gliales comienza durante el segundo trimestre de gestación; estas células forman una membrana o vaina de mielina alrededor de los axones, cuya función es facilitar la comunicación entre las neuronas. La mielinización se presenta durante el segundo trimestre de gestación y el primer año de vida, pero continúa a lo largo de la vida, aunque disminuye gradualmente en la edad adulta y se detiene cerca de los 40 años. Por otra parte, la estructura cortical transitoria es reemplazada gradualmente por la placa cortical, entre los tres o cuatro meses de edad, generando un cambio en el comportamiento motor, que permite la realización de movimientos más dirigidos a hacia un objetivo. El hipocampo, responsable del reconocimiento facial y la memoria espacial, se desarrolla desde las 32 semanas de gestación hasta al menos los 18 meses de edad. La corteza prefrontal, responsable de tareas de procesamiento complejas como la atención y la multitarea, inicia su desarrollo durante los primeros 6 meses y continua hasta la tercera década de vida. Finalmente, la madurez en el funcionamiento del cerebro se alcanza entre el inicio de la pubertad y la edad adulta temprana (Hadders-Algra, 2010; Cohen Kadosh y cols, 2021).

Como se mencionó, el desarrollo estructural y cognitivo del cerebro ocurre antes de los tres años, por lo que cualquier afectación en esta etapa puede traer consecuencias negativas a largo plazo en términos de educación, potencial laboral y salud mental. En particular, la buena alimentación desde la gestación hasta los tres primeros años de vida es crucial para garantizar el buen desarrollo cerebral y la maduración de los sistemas nervioso, cognitivo, psicológico y músculo-esquelético del ser humano. Una alimentación deficiente en este periodo generará un deterioro cognitivo irreversible. El recién nacido en los primeros meses de vida experimenta grandes cambios fisiológicos, desde la adaptación del aparato respiratorio y circulatorio, seguido de un rápido crecimiento en peso y talla, además se inicia el desarrollo de las primeras habilidades cognitivas, el lenguaje y la motricidad en función del aporte nutricional de la leche materna y la posterior alimentación complementaria a partir de los seis meses (Kaufer-Horwitz y cols., 2023). Es necesario señalar la necesidad de incorporar proteínas de origen animal, especialmente carne roja y huevo, como parte de la alimentación complementaria a partir de los 6 o 7 meses de edad ya que proveen de proteína de buena calidad, además de otros micronutrientes como hierro, zinc y colina, vitaminas B y otros nutrientes en los niveles que garantizan un adecuado desarrollo cerebral durante los primeros años de vida. En esta etapa no es recomendable una alimentación basada en cereales (arroz, trigo, maíz y tubérculos) ya que suele ser baja en proteínas y otros micronutrientes, y además puede contener fitatos y fibras que reducen la biodisponibilidad del hierro, calcio y zinc afectando el desarrollo cognitivo (Wilk y cols., 2022).

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